“A finales de los setenta escribí mi tercer libro, El otro lado del poder, en el que exploraba el poder, el abuso de poder y los muchos juegos de poder controladores y competitivos que las personas usan para conseguir lo que quieren. Mi interés en el abuso de poder surgió de las relaciones entre hombres y mujeres, y específicamente de mi relación con mi compañera Hogie Wyckoff; los juegos de poder que usan los hombres para abusar de su poder con las mujeres y para evitar que las mujeres se vuelvan poderosas por derecho propio, y también cómo las mujeres tomaban represalias en esa lucha de poder con sus propios juegos de poder de guerrilla.
En aquellos días de reacción contra el abuso de poder sistemático, buscar el poder se consideraba políticamente incorrecto; se suponía que los hombres deberían de contener su poder y como resultado acababan castrándose ellos mismos. Argüía que el poder de los hombres era algo bueno y que mientras no se abusase debería ser usado y compartido o abandonado.
El poder, que definí como la capacidad de producir los cambios deseados o de evitar los cambios no deseados, era un potencial humano que se mostraba bajo formas variadas. La forma de poder que todo el mundo parecía perseguir o rechazar era el poder del control y vivíamos, afirmaba, en una sociedad que estaba desbordada por el control, los juegos de poder y la competición. Definí los juegos de poder como transacciones que tienen el propósito de dominar a otra persona; provocando que hagan algo que no quieren hacer, o por el contrario evitando que hagan algo que querían hacer.
Sostenía que añadido al poder del Control existían otras seis fuentes de poder –el otro lado del poder— que eran tan igualmente efectivas como el control para aportar cambios; Equilibrio, Pasión, Amor, Comunicación, Sabiduría y Trascendencia, que se pueden desarrollar como alternativa al control.
Mi interés en las relaciones de poder entre los hombres y las mujeres se generalizaron rápidamente a todas las categorías de opresores y oprimidos. Racismo, opresión de clase, homofobia, discriminaciones por razón de edad (la opresión a jóvenes y mayores por los de mediana edad), de los emparejados a las personas solteras, opresión hacia los incapacitados por aquellos temporalmente capaces, de los gordos por los delgados, de los enfermos por los sanos, de los mentalmente enfermos por los cuerdos, y así sucesivamente.
Como alternativa a la opresión y al abuso de poder ofrecía la cooperación: en vez de competir y hacer juegos de poder para lo que necesitábamos podíamos usar un acercamiento cooperativo. Esta creencia se basó en la premisa de que si queremos algo de otra persona tenemos dos opciones. Podemos forzarla con juegos de poder o nos podemos implicar en una negociación cooperativa en la cual ambos pidamos el 100% de lo que queremos, y trabajemos por un resultado mutuamente satisfactorio.
El otro lado del poder se tradujo a varios idiomas pero no logró dejar una huella en los Estados Unidos. La derecha política comenzaba a asentarse y Reagan era elegido presidente, y yo encontraba recriminaciones y hostilidad por personas que oían mi mensaje como un ataque al “American way of life”, cosa cierta en algún modo.
Con todo, creo que es mi trabajo más importante.”
Extraído de Confessions of a Psycho-Mechanic, memorias de Claude Steiner, inéditas por decisión del autor.